Entropía. Hacia el mundo invernadero

Descubrí y leí el libro de Jeremy Rifkin Entropía. Hacia el mundo invernadero en 2005, quince años después de su publicación en español. Es uno de los libros más originales, claros e impactantes que conozco en su género. El paso del tiempo no le ha hecho perder interés ni valor: Aun si los datos más recientes que incluye son de 1988, el fondo de todas las cuestiones que trata es totalmente actual; y, desgraciadamente, los datos son extrapolables porque la situación no ha hecho otra cosa que empeorar. Que el subtítulo no despiste a nadie: no trata principalmente del efecto invernadero. El texto de la solapa, que cito a continuación, resume bien su contenido.

A los muchísimos que están cegados por los aparentes logros de la era industrial y de la tecnología, les recomiendo leer despacio este libro y particularmente estar atentos al repaso que Rifkin hace, bajo el prisma de la ley de la entropía, a la economía, la agricultura, el transporte, el urbanismo, las fuerzas armadas, la educación, el medio ambiente y la salud. Con una claridad extraordinaria y una argumentación impecable desmonta uno tras otro los tópicos y las apariencias y nos muestra cómo, a lo largo de los últimos siglos, cada vez somos menos eficaces en cada unos de esos campos. Aunque la mayoría de los datos se refieren a Usa, son generalizables.

Y por supuesto la bicicleta aparece citada en el libro, que es al fin el motivo de esta página.

Texto de la solapa:

Jeremy Rifkin nos presenta las distintas «visiones del mundo» que ha sostenido la sociedad occidental desde la época de los griegos, y las relaciona con las formas de obtención de la energía. Toda cultura puede reducirse en último término a un proceso de transformación de energía utilizable a inutilizable. Las fuentes energéticas y sistemas de transformación empleados determinarán la forma de vivir y de pensar de la sociedad en cuestión. Cuando la forma predominante de obtención de la energía deja de ser viable o económica, la sociedad llega a una «divisoria energética» en la que no le queda más remedio que recurrir a nuevas fuentes de energía, más costosas y difíciles de obtener (porque las más fáciles y baratas ya se han agotado). Hasta el final de la Edad Media, la energía se obtenía de fuentes renovables, principalmente madera.

La llegada de la era industrial llevó al empleo de fuentes de energía fósiles y no renovables (producto de incontables millones de años de energía solar acumulada), que son las que aún estamos utilizando hoy, y que han conducido a la aparición del efecto invernadero. Desde ese punto de vista, la evolución histórica se nos presenta como un proceso de «degradación» en el que cada vez cuesta más obtener los mismos resultados. Nuestra actual sociedad está acercándose a una nueva «divisoria energética» en la que resultará imposible seguir sosteniendo este modelo de crecimento, o de transformación de energía. Contrariamente a lo que suele creerse, la solución no vendrá de la tecnología; puesto que la tecnología es parte del problema. La raza humana tendrá que adaptarse a otro paradigma, otro sistema de obtención y aprovechamiento de la energía (basado en fuentes renovables) que tienda a minimizar la transformación de la energía utilizable en inutilizable, en lugar de maximizarla como sucede actualmente.

Jeremy Rifkin, presidente de la Foundation on Economic Trends)) con sede en Washington, es un escritor reconocido internacionalmente por su compromiso en los problemas del medio ambiente. Entre sus obras se encuentran Time wars y Algency.

Texto de la contraportada:

Escrita en forma clara y con sólidos argumentos, esta obra sitúa en su verdadera perspectiva los dos mayores problemas ambientales con que se enfrenta la Humanidad: la crisis de la energía y el calentamiento de la atmósfera. El autor fundamenta sus observaciones en la segunda ley de la termodinámica, que nos informa del insoslayable aumento de la entropía en el universo. Esto quiere decir que todo en el universo tiende de un estado más ordenado a otro menos ordenado, y que este proceso es irreversible. Es cierto que podemos crear «islotes» de mayor orden en un lugar determinado, pero siempre a costa de crear un desorden aún mayor en alguna otra parte. No podemos crear ni destruir materia ni energía, pero sí transformarlas; de un estado utilizable a otro inutilizable, nunca al revés. Aplicando esta ley física a la observación de la evolución humana y de los sistemas sociales, Rifkin realiza un penetrante análisis de nuestra situación, el porqué de la misma y hacia dónde vamos.

Página 251:

Aun las personas más estrechamente apegadas al consumismo, el industrialismo y vida urbana, están comenzando a introducir modificaciones personales en su forma de vida que parecen reflejar la crisis entrópica. Tanto si se deben a una necesidad ineludible como a una elección personal, estos cambios en la forma de vivir constituyen otros tantos pasos significativos hacia la institucionalización de la nueva visión del mundo. Podríamos indicar muchos pequeños ejemplos: el significativo crecimiento de la jardinería urbana; los mercados de granjeros que se reabren y prosperan en ciudades de todo el país; las estufas de leña, que aparecieron como novedad hace pocos años y ahora se venden más deprisa de lo que pueden fabricarse; el considerable aumento en las ventas de bicicletas, a medida que este vehículo se convierte en una auténtica alternativa al automóvil; la multiplicación de empresas arquitectónicas con mentalidad ecológica que diseñan viviendas solares pasivas; las compañías de tecnologías alternativas que surgen por todo el país; el creciente desarrollo de una industria artesanal y de un movimiento de medicina preventiva. Todos estos ejemplos no son más que fragmentos del nuevo orden mundial, pero señalan el camino.

Página 255:

Junto a esta reducción en el tamaño de las ciudades los años venideros conocerán también una profunda reorientación de los sistemas de transporte. El elevado precio de la energía impondrá un cambio radical en las pautas de transporte, abandonando automóviles y camiones en favor de un mayor uso de los transportes colectivos y los ferrocarriles de larga distancia.

Del mismo modo, la bicicleta pasará a ser un medio de transporte cada vez más generalizado. Entre 1978 y 1988, el número de norteamericanos que utilizaba la bicicleta para desplazarse de casa al trabajo se multiplicó por cuatro. Los especialistas en transporte señalan que, si las comunidades establecen carriles seguros para bicicletas en las principales carreteras y permiten el acceso de los ciclistas a trenes y autobuses, la bicicleta puede convertirse en una alternativa factible para millones de norteamericanos, como ya sucede en otros países como China, Holanda o Suecia. Muchas ciudades están empezando a prestar atención a los ciclistas. En Santa Barbara, más de 40 000 ciclistas por año utilizan el sistema especial de autobuses con remolque para bicicletas. Más de un 30 por ciento de ellos sustituyeron el automóvil por la bicicleta para sus desplazamientos porque podían disponer de los autobuses con remolque que aumentaban su radio de viaje. Del mismo modo, la creación de aparcamientos para bicicletas en las estaciones de los aparcamientos públicos favorecerá que un mayor número de viajeros utilice una combinación de bicicleta y transporte público en lugar de depender exclusivamente del automóvil.