Recuerdos de lo que más importa

Bicicleta

Amanece otra vez; un día más, igual de lejos de todas partes. A la vera de un antiguo molino, bajo las estrellas. Ha sido una noche de viento muy fuerte y muy ruidoso; una noche de sueño escaso, pero de sueños finalmente. A los pies del cerro ya despiertan las casitas del pueblo. El sol va ordenando a las lejanas lucecitas de las farolas que se apaguen. Hace mucho frío. Aún sopla el viento. Las dos esterillas aislantes salen volando al primer descuido. Corro tras ellas. Las sujeto con unas piedras mientras empaqueto el equipaje. Hoy no habrá nada caliente para desayunar; hoy puede que no haya desayuno, al menos hasta que el sol esté bien alto. La bicicleta protesta un poco, húmeda y destemplada. Hay que partir. El día será incierto y frío. El día dirá.

Pero todo está bien porque nada de eso es lo que más importa. Lo que más importa siempre despierta conmigo; es cálido y nunca sale volando con el viento.

Bicicleta

El camino parece no tener final. El silencio alrededor hace horas que intimidó a las nubes, pero no pudo con el sol. Los campos alrededor no ofrecen hospitalidad. Las distancias que acechan de aquí hasta el horizonte parecen invencibles y eternas. Cada curva trae un nuevo horizonte lejano tras un nuevo y largo camino. Cada nuevo camino arrastra el tiempo un poco más. La bicicleta avanza sufrida y paciente, casi arrastrando sus ruedas sobre el asfalto, y parece que su esfuerzo nunca es suficiente.

Pero todo está bien porque nada de eso es lo que más importa. Lo que más importa siempre camina junto a mí; en cualquier momento me ofrece un lugar seguro donde descansar.

Bicicleta

La vieja estación de tren está cerrada. Parece abandonada. Manos sucias e inconscientes la profanaron. Los cerdos tuvieron su particular noche de los cristales rotos; como tendrán su iluminación o su San Martín. Los horarios de los trenes son ilegibles. Quedan pocas horas de luz. Hay una antigua sala de espera, muy sucia, abierta a la vía, sin lugar para sentarse; no es muy tentadora. Seguir camino parece una idea mejor; la bicicleta opina igual.

Pero todo está bien porque nada de eso es lo que más importa. Lo que más importa siempre está a mi alrededor; es tranquilo, limpio y acogedor.

Bicicleta

Termina el día. Se oculta el sol. La batería del teléfono, que me ha servido de mapa durante unas horas, está a punto de agotarse. El recargador tiene un fallo que me impide conectarlo a la dinamo. Para arreglarlo necesito luz, tiempo y un lugar cómodo; tendrá que esperar hasta el día siguiente. Tengo que seguir. Aprovecho el último aliento del teléfono para hacer un mapa a lápiz en mi libreta: líneas, cruces, curvas, campos de cultivo, alternativas. Salir de la carretera general en la oscuridad será un desafío. Por la noche la mayoría de los cruces de caminos son invisibles; y las bicicletas, la mía también, son cortas de vista.

Pero todo está bien porque nada de eso es lo que más importa. Lo que más importa siempre permanece junto a mí cuando cae el sol; es claro y luminoso aun en la oscuridad.