Las alforjas y la primera ley de cada Isaac

Me llamo Asecas, Isaac Asecas, y esta es mi historia:

Ya había anochecido. Mientras preparaba cuidadosamente el equipaje para mi nuevo y largo viaje en bici, un sátiro robot pero con sombrero de cucurucho salió de repente del frasco del aceite lubricante y extendiendo una mano me ofreció un pequeño paquete envuelto en papel de periódico, mientras con la otra se limpiaba las legañas de óxido: Toma, lleva esto contigo, no lo olvides; no sirve absolutamente para nada, pero cabe en cualquier sitio y solo pesa 607 gramos. Y dicho esto y dando un brinco salió silbando por la ventana.

Observé con atención el paquete sin lograr entender su inutilidad exacta, pero aun así me pareció una idea estupenda llevarlo conmigo pues, como comprobé enseguida, en el fondo de la alforja pasaba totalmente desapercibido, no ocupaba casi nada de espacio. Lo más sorprendente era su asombrosa ligereza, poco más de 600 gramos de nada, como comprobé con la vieja y fiable romana de mi abuelo, porcentaje mínimo y despreciable del peso total a desplazar. Por si fuera poco, después de darle muchas vueltas me terminé convenciendo de que efectivamente aquel bulto no tenía utilidad ninguna, así que felizmente no tendría que preocuparme por él durante todos y cada uno de los 417 km de viaje que me esperaban al amanecer, cruzando ríos, lagos y montañas. Así pues, ¡todo eran ventajas!

Coloqué el paquete del sátiro robot en el fondo de una de las alforjas y seguí mi tarea con renovada ilusión y extremo cuidado: como siempre, no solo tuve en cuenta el peso de cada objeto sino además su volumen, sus funciones y el número total de ellos: cuantas menos cosas mejor, pero sin renunciar a nada imprescindible. Por ejemplo, ¿para qué llevar 43 gramos de cortauñas, si cualquier necesidad podológica, con un poco de práctica, la podemos satisfacer igual de bien con el tronchacadenas? Esta tarea me llevó varias horas hasta que por fin tuve a punto todo el equipaje, con el mínimo número de objetos, y el mínimo volumen y peso para cada uno.

Intenté dormir. El televisor de los vecinos se oía a través de la pared: "…llame ahora mismo y encargue este magnífico aspirador turbo, con válvula de seguridad, control remoto, empuñadura asistida y arranque electrónico. Cabe en cualquier sitio porque no ocupa espacio y no pesa…" El sueño me vencía mientras se me estaba ocurriendo que al asiento de la bici le vendría bien un aspirado que otro durante tan largo viaje. Cabe en cualquier sitio y apenas pesa… cabe en cualquier… pesa… cabe…

Anexo: Ejercicio práctico para cicloturistas imaginativos

Instrucciones para quitarle más de 600 gramos de peso inútil a unas alforjas Lotus de las de enganche de gomas:

Bibliografía apócrifa

Primera ley de Isaac Newton: Si un cuerpo no actúa sobre ningún otro, probablemente permanecerá indefinidamente sin hacerse preguntas.

Primera ley de la Robótica, por Isaac Asimov: Ningún robot por muy sátiro que sea puede perjudicar a un ser humano, como por ejemplo un cicloturista, salvo que este se deje.

Primera ley de Isaac Asecas: Cuantas menos cosas, más pequeñas y más ligeras, mejor.

Todo esto mejor explicado, y muchas cosas más, en las páginas de Vivir en bicicleta.

Escrito en marzo de 2004. Publicado en la sección de relatos de Ciclopedia (número 61, octubre-diciembre de 2007), el boletín de Pedalibre.