2014-09-15: De la cañada entre Villamanta y Valmojado a Casarrubios del Monte
Vía pecuaria hacia Valmojado
A las dos de noche empezó a llover. El viento, que no había cesado desde la tarde anterior, era muy fuerte y me impidió montar un refugio primero y la tienda después. Finalmente opté por cubrir el saco con la manta de emergencia y sujetarla con picas al suelo; antes de salir le había hecho unos agarres para ello, con cinta americana y pedazos de cámara de bici. Pasar la noche con el plástico metalizado encima no fue tan cómodo como un refugio o una tienda, pero me protegió de la lluvia durante el resto de la noche.
En la primera parada para descansar y comer instalé el panel solar para recargar una batería del teléfono. El GPS y el mapa electrónico, imprescindibles para seguir el solitario camino fuera de las carreteras, consumen más corriente de la habitual. Aparte disponía de dos dinamos instaladas (y sus rectificadores de corriente, que había construido recientemente); con ellas, por separado o combinadas con el panel, podía producir la electricidad necesaria.
Una de las ventajas de las bicicletas reclinadas es que es posible descansar cómodamente sobre ellas, sin bajarse. Basta parar y, si estamos en una cuesta, poner el «freno de mano» (fijar la maneta de freno al puño del manillar con una goma elástica). Esta comodidad de poder hacer pausas para descansar sin bajarse es impagable. En una bici «normal», por el contrario, la única forma de estar un poco cómodo es bajarse de ella y sentarse o tumbarse en el suelo.
El mapa electrónico indicaba claramente que había que tomar la desviación a la derecha, pero una gran masa de agua estancada y barro lo impedía. Esto me obligó seguir por la izquierda y dar un rodeo de unos pocos kilómetros hasta retomar el camino correcto.
El cartel sobre el poste, con el logotipo de Castilla-La Mancha, identificaba la Cañada Real Segoviana. Esto significaba que la vía procedía del norte de la M-523, donde la había tomado. Era la primera señal de este tipo que me encontraba, y estaba situada poco antes del puente sobre la carretera N-V, tras la cual me esperaba ya Valmojado.
Valmojado
Llegué a Valmojado a las 14, tras 12,2 km en el día. Como siempre, el primer «ritual» al entrar en un pueblo es preguntar si hay una fuente. Beber, rellenar las botellas de agua y asearse es lo más importante; y si el lugar y la hora y el sol son adecuados, lavar algo de ropa pendiente. En Valmojado hay al menos dos fuentes, en sentidos opuestos desde el punto por el que entré en el pueblo. Una fuente, de agua «natural», está al lado del polideportivo, al que se llega tomando hacia el sur la vía principal que atraviesa el pueblo, y a mano derecha. Allí rellené las botellas, me lavé y lavé algo de ropa, hasta que las visitas se multiplicaron y decidí buscar un lugar más tranquilo para comer. La otra fuente, de agua «urbana», está en el ancho paseo central de la misma vía que atraviesa el pueblo, pero hacia el norte. Los árboles apenas daban sombra a los bancos y los coches pasaban cada poco a ambos lados, pero era un buen lugar para comer y descansar.
Salí de Valmojado a las 16:50. Descubrí un camino que conducía hasta Casarrubios del Monte, paralelo a la CM-4004.
Casarrubios del Monte
Llegué a Casarrubios del Monte a las 18:20, tras 19,15 km en el día. En ese momento un vecino sacaba a pasear un perro de una raza polar; en la seca meseta castellana, el precioso animal parecía un exiliado. Tras charlar un rato con aquel hombre entré en el pueblo a echar un vistazo. No me entretuve porque no necesitaba agua ni comida. Había un parque delimitado por una reja, pero no me pareció bueno para pasar la noche: estaba rodeado por calles de paso de coches y peatones. Las calles empinadas alrededor me desanimaron de callejear para buscar otras opciones. Decidí salir a la carretera y buscar en su recorrido un lugar donde acampar antes de que oscureciera.
Tras tomar la CM-4004 y dejar atrás Casarrubios del Monte, vi un prometedor camino que salía de la carretera hacia la derecha y seguía paralelo a ella. Probablemente me permitiría acceder a algún lugar tranquilo. Tras pedalear y andar largo rato, y tras empujar la bici sobre un pegajoso camino de arena en el que se hundían las ruedas, llegué a la parte trasera de una pequeña industria que tenía acceso fácil a la carretera. A la derecha del camino, una pendiente de cereales cosechados conducía a unas parcelas con higueras y olivos. Era un buen lugar, discreto, apartado, inaccesible para los coches pero con salida fácil a la carretera.
Por la linde de la alfombra de cereal cortado empujé la bici hasta el primer árbol que me pareció adecuado, una frondosa higuera. Pero al rato el suelo, sembrado de higos ya en mal estado, un festín para las cercanas hormigas, me hizo buscar un lugar mejor, más arriba, tras un olivo. A la mañana siguiente me alegraría de esta decisión de última hora.
Distancia recorrida en el día: 24,4 km.