Citas de Eduardo Galeano
Libro Ser como ellos y otros artículos
Este libro reúne artículos y ensayos escritos entre 1989 y 1992, que tienen por tema la memoria, la realidad y la profecía de América.
Editorial: Siglo XXI de España Editores, 19921, 20036.
De «El derecho a la alegría» (página 83):
Yo me imagino a Montevideo llena de bicicletas. ¿Por qué (…)
Libro Patas arriba. La escuela del mundo al revés
Editorial: Siglo XXI de España Editores, 1999.
De «La impunidad del sagrado motor» (página 250):
En 1992, hubo un plebiscito en Ámsterdam. Los habitantes resolvieron reducir a la mitad el área, ya muy limitada, por donde circulan los automóviles, en esa ciudad holandesa que es el reino de los ciclistas y de los peatones. Tres años después, la ciudad italiana de Florencia se rebeló contra la autocracia, la dictadura de los autos, y prohibió el tránsito de autos privados en todo el centro. El alcalde anunció que la prohibición se extenderá a la ciudad entera a medida que se vayan multiplicando los tranvías, las líneas de metro, las líneas de metro, los autobuses y las vías peatonales. Y también las bicicletas: según los planes oficiales, se podrá atravesar toda la ciudad, sin riesgos, por cualquier parte, pedaleando a lo largo de las ciclovías, en un medio de transporte que es barato y no gasta nada, ocupa poco lugar, no envenena el aire y no mata a nadie, y que fue inventado, hace cinco siglos, por un vecino de Florencia llamado Leonardo da Vinci.
Libro Úselo y tírelo. El mundo del fin del milenio visto desde una ecología latinoamericana
Editorial: Planeta Argentina, 19941, 19883.
«La bicicleta como desgracia» (página 165):
Los automóviles no votan, pero los políticos tienen pánico de provocarles el menor disgusto.
Ningún gobierno latinoamericano, civil o militar, de derecha, centro o izquierda, se ha atrevido a desafiar al poder motorizado.
Es verdad que recientemente Cuba se ha llenado de bicicletas, pero eso no había ocurrido durante los treinta y pico años de revolución durante los cuales Cuba pudo haber elegido ese vehículo muy barato, que no ensucia el aire y que no requiere más combustible que el músculo humano. No: la bicicleta aparece masivamente en Cuba cuando no hay más remedio, porque no queda ni una gota de petróleo: no como una alegría disfrutable, sino como una calamidad inevitable.
«La bicicleta como pasatiempo» (página 167):
Alemania es el reino de las biciletas. Hay casi una bicicleta por habitante. Pero eso no significa que la mayoría de los habitantes use la bicicleta como medio de transporte. En los fines de semana, las autopistas se llenan de bicicletas… acostadas sobre los automóviles. En un reciente artículo publicado en el Zeit magazin, el periodista Michael Miersch explica que que la bici ayuda al medio ambiente «solamente cuando sustituye al auto, por ejemplo, en el camino hacia el trabajo. Los ciudadanos que en los fines de semana viajan hacia a naturaleza con la bicicleta encima del auto, no resuelven ningún problema: crean más problemas».
«¿Por qué no?» (página 167):
Yo vivo en una ciudad donde hay un coche de uso privado cada ocho habitantes, lo que todavía es poco si se compara, pero la cantidad de automóviles crece peligrosamente año tras año y nuestro índice de accidentes mortales es uno de los más altos del mundo. Los pocos montevideanos que usan la bicicleta como vehículo «en el camino hacia el trabajo» arriesgan convertirse en mártires de la ecología.
A los uruguayos nos gusta discursear sobre la calidad de vida, pero Montevideo se sigue perdiendo la oportunidad de poner en práctica una lindísima experiencia de transporte alternativo. La bicicleta sería un medio de transporte perfectamente posible, como medio único o complementario, para muchísima gente.
¿Por qué no se instalan, de una buena vez, los imprescindibles carriles? Bastaría con colocar un bloque cada metro, a lo largo de los senderos libres. Lugar, hay. Y donde no hay, se puede inventar. ¿O acaso solo se pueden ensanchar las avenidas para reducir el espacio humano en beneficio del automóvil? (Cuando a modo de consuelo nos dejan, en las veredas mínimas, unos arbolitos bonsái).
Montevideo tiene todavía un tamaño bastante humano, con distancias que no asustan al pedal; y aunque no es una ciudad llana, su suave lomerío no obliga a extenuantes subibajas, con excepción de unos pocos repechos empinados. Y hasta el clima ayuda. No sufrimos los calores de Cantón ni los fríos de Ámsterdam, ciudades donde ni los calores ni los fríos impiden que la bicicleta sea el medio de transporte más frecuente.