Alforja artesanal para bicicleta reclinada (modelo 1)
Cuando mis desgastadas alforjas Lotus empezaron a dar síntomas de que no iban a durar mucho (las costuras interiores amenazaban ruina y no admitían más remiendos) les coloqué la estructura interior que les había quitado unos años antes para ahorrar peso (así aguantarían más) y las cedí para otros usos menos exigentes que llevar la casa a cuestas.
Había que buscar una alternativa. Una era comprar unas alforjas, nuevas o usadas. Pero una alternativa mejor es inventar algo diferente sin gastar apenas nada. Desde hacía tiempo, al ritmo en que las costuras se deshilachaban, había pensado opciones: transformar alguna bolsa o mochila; o aprovechar alguna prenda.
Usar un chubasquero como alforja
Una bolsa de mano que a su vez es mochila puede hacer las veces de alforja con ayuda de unas correas y unos ganchos metálicos. La desventaja de esta solución es que la capacidad de la bolsa es pequeña comparada con su peso (unos 600 gramos).
Cuando cayó en mis manos un viejo chubasquero huérfano, con tan solo algunos pequeños rotos, lo mire y remiré…
El chubasquero tenía un cordón para estrecharlo por la cintura, así que bastó fruncirlo al máximo y hacer una fuerte lazada para cerrar la parte inferior de la prenda y así formar una bolsa. Las mangas sirvieron para atarla al portabultos. No sé cuánto peso aguantarían las costuras, pero podría ser una solución de emergencia.
El siguiente paso estaba claro: Con unos pequeños arreglos, el chubasquero haría mejor su función como alforja.
Hacer una alforja con un chubasquero
No parecía difícil: Había que quitarle al chubasquero todo lo que le sobraba y hacerle un sistema de sujeción. Dudé si convendría coserle la cintura, ya que el cordón bastaba para cerrarla. Al final cosí la parte inferior porque el cordón no cerraba la bolsa por completo; además la posibilidad de sacar el equipaje por la parte inferior (lo que podía resultar interesante) no hacía falta con una cremallera que abría por completo de arriba abajo.
Primero le corté las mangas y la capucha y cosí los cortes de las mangas.
Para colgarlo del portabultos le cosí una correa ancha a la espalda, todo a lo ancho de lado a lado, y a ella a su vez tres más pequeñas verticales. La correa horizontal sirve de agarre para las verticales, que de otro modo desgarrarían la tela del chubasquero.
Probé fijar unos ganchos a las correas pero comprobé que unos nudos de tipo ballestrinque bastaban para fijarlas al portabultos: son fáciles de hacer y deshacer y se mantienen apretados con la tensión (es por cierto el tipo de nudo que usan los vaqueros en las películas para atar el caballo a la puerta de la taberna). solo necesité dos ganchos de plástico en los laterales para mantener colgada la alforja al hacer o deshacer los nudos.
Esta alforja no tiene un aspecto tan elegante como las convencionales, al menos desde la perspectiva de esta fotografía, pero pesa mucho menos y tiene mucha más capacidad. Además, mantiene el peso más bajo, lo que conviene especialmente en el caso de mi bicicleta.
Para terminar la alforja solo hacía falta hacerle al «cuello» un sistema de cierre y cubrirle la cremallera con una solapa para que no entrara agua en caso de lluvia. Y por supuesto faltaba también lo más importante: su pareja. Sin embargo, antes de nada surgió la ocasión de probarla sobre el terreno…
Prueba y resultado
En julio de 2007 usé esta alforja en una salida de 75 km. Buena parte del viaje pasé por caminos y pistas forestales, lo que fue un buen banco de pruebas. (A falta de una segunda alforja, usé una mochila sujeta para la ocasión).
La alforja artesanal funcionó muy bien en casi todos los aspectos: los nudos no se soltaron; las correas no se descosieron; abrirla, acceder al contenido y cerrarla de nuevo no fue más incómodo que con una alforja convencional; el peso quedaba bien repartido en su interior, con solo tener un poco de cuidado; no se balanceó; no interfirió con la rueda.
solo en una aspecto no dio resultado: el tejido no era bastante resistente, lo que era de esperar: al terminar la jornada de viaje, la alforja tenía un buen número de pequeños agujeros y desgarros, causados por el roce con los arbustos o con la propia bicicleta. Me parece que un material más resistente e igual de ligero podría ser el suelo de una tienda de campaña de buena calidad.
Un tiempo después desmonté la alforja y usé sus materiales para construir otras cosas. Basándome en esta experiencia, construí unas alforjas con forma de saco usando también un material de desecho pero más resistente.