La bicicleta del tiempo
Si la máquina del tiempo tuviera pedales, probablemente se parecería a esta preciosa criatura que llegó antes de la Navidad de 2022, para acompañarme unos meses mientras Urganda espera pacientemente la llegada del sol:
Sin frenos
El mecanismo de los frenos, tan antiguo como el resto de la bicicleta, no era eficaz y tenía unas zapatas de corcho provisionales.
Para no pasarse unos cuantos siglos de frenada, convenía no viajar deprisa en el tiempo. Preferiblemente convenía no viajar en absoluto, salvo quizá cuesta arriba.
De corcho a caucho
Un primer intento de adaptar al menos un par de viejas zapatas no dio resultado. El grosor de la rosca de la zapata era inferior al diámetro que requería el soporte de la bicicleta, y ninguna opción de ajuste parecía fiable.
Sin seguridad de si las medidas de una zapata y un portazapatas tan antiguos eran las mismas que las de algún modelo actual, adquirí tres: dos de bici clásica y uno para frenos Cantilever.
El grosor del vástago de la zapata Cantilever era ligeramente inferior que el del portazapatas antiguo. Lo suficiente como para descartarla como primera opción.
La longitud del tornillo de los portazapatas de bici clásica era insuficiente para el mecanismo de sujeción.
La mejor opción para empezar era extraer las zapatas de caucho del modelo más rudimentario e intentar encajarlas en los portazapatas antiguos. Las medidas parecían muy similares.
Con frenos
El mecanismo de freno es poco eficaz comparado con los actuales, y sus piezas están desgastadas y desajustadas sin remedio.
Cuatro manos hubieran hecho un mejor trabajo que dos, porque no había forma de fijar bien los portazapatas y al mismo tiempo sujetarlos para que no se movieran.
Finalmente, esto es lo mejor que logré ajustarlo:
A pesar de todo, la bicicleta del tiempo frena algo mejor con las zapatas de caucho que con las de corcho. Aun así lo prudente será no viajar muy rápido entre los siglos, y sobre todo empezar a frenar mucho tiempo antes de avistar el destino.