Alforjas artesanales para bicicleta reclinada (modelo 3)

Las alforjas con forma de saco necesitaban un sistema de sujeción más versátil y resistente. También tenían el problema de que el tejido no era impermeable, aunque esto último no era grave, pues todo el equipaje siempre va guardado en bolsas.

En setiembre de 2008 se me ocurrió que podría darle uso al suelo de una tienda de campaña rota que había encontrado tiempo atrás: era un tejido resistente al dessgarro y al rozamiento, e impermeable. Con él podría construir un tipo de alforja algo diferente, más ligera, y que solucionara los citados problemas; y al mismo tiempo podría poner en práctica dos nuevas ideas:

La primera idea era usar dos esterillas aislantes como armaduras de las alforjas. Meter la esterilla doblada en una de las alforjas había empezado como una necesidad para poder llevarla en el modelo anterior de alforjas y pronto se mostró como una buena idea: daba forma y rigidez a la bolsa y protegía el contenido; hacía la función de la estructura de una alforja convencional, con la ventaja de que por la noche, cuando la alforja no necesitaba armadura alguna, la «armadura» pasaba a ser mi esterilla aislante. Por entonces estaba pensando la posibilidad de adquirir una esterilla hinchable, más cómoda, aunque la desventajas de mayor peso y mayor fragilidad (y el gasto de dinero) me frenaron. Y ambas circunstancias al final coincidieron en una idea mucho mejor: Si una esterilla hinchable pesa tanto como dos esterillas convencionales, ¿Por qué no llevo dos viejas esterillas convencionales en lugar de una, que unidas hacen un efecto similar al de una hinchable, y las aprovecho como armadura para ambas alforjas? Creo que ha sido una de mis ideas más brillantes para perfeccionar, simplificar y dar versatilidad a mi equipaje (y hacer las noches un poco más cómodas); y todo sin gastar un céntimo.

La segunda idea que quería probar era diseñar un sistema de sujeción independiente de la propia alforja. La bolsa debía colgar dentro de un correaje. Así evitaría los problemas de tener que coser correas u otra cosa a la tela (desgarros, roturas y reparaciones). Otra ventaja sería que en lugar de una bolsa podría trasportar otras cosas en caso de necesidad, como una caja.

Materiales y bocetos

Como otras veces, las medidas me las dieron los materiales. La tela disponible era casi la mínima necesaria para hacer unas alforjas en que poder llevar las esterillas aislantes dobladas. Tras hacer bocetos de todas la opciones posibles (con ayuda de papel, lápiz y mi inseparable Psion 5mx con teclado Dvorak), reuní todos los materiales, tomé las últimas medidas y puse en marcha las tijeras.

Bolsas

Cosí las bolsas con un dobladillo doble salvo por la parte superior. Comprobé que cabían las esterillas, como había calculado. Rematé la parte superior con un dobladillo y le cosí velcros: son más ligeros, más sencillos de poner y más confiables que las cremalleras, aunque muy ruidosos.

Alforja con el correaje

Con cuerdas y pedazos de correas viejas probé muchas combinaciones hasta que di con una que parecía funcionar. No tenía suficientes correas usadas para hacer la versión definitiva, ni cuatro cierres rápidos adecuados, de modo que tuve que comprarlos.

El resultado tenía muy buen aspecto: Una correa horizontal y dos verticales rodeaban la alforja. Las tres eran regulables: la horizontal con una hebilla y las verticales con cierres rápidos.

Como se aprecia en la fotografía, la correa horizontal abrazaba las verticales por el lado exterior de la alforja con un simple nudo; esto evitaba que la correas verticales se separaran pero permitía regular la altura de la horizontal.

Alforja con el correaje

Los cierres rápidos de las correas verticales quedaban por el lateral interior de la alforja y podían abrirse facilitar la manipulación del equipaje, sin que la bolsa cayera al suelo por ello (detalle importante que me causó quebraderos de cabeza). El correaje era independiente de la bolsa, fácilmente desmontable y útil para otras cosas.

Anilla y mosquetón

Cosí cada bucle final de las correas verticales, al que estaban sujetos los cierres rápidos, con la holgura suficiente para que pasara la correa horizontal. Además, a estos bucles se engancharían también las anillas y ganchos que servirían para colgar el correaje del portabultos.

Tras varios intentos fallidos con anillas y enganches de varios tipos, plásticos y metálicos, encontré una solución satisfactoria para colgar las alforjas: unas anillas fuertes para llaves, que no se deformaban ni dañaban las correas ni podían salirse de ellas, y unos mosquetones sencillos de acero.

Alforjas colgadas

Los mosquetones se enganchaban en las barras laterales del portabultos, como en la fotografía; o mejor, para que no se desplazaran, en unos agujeros que le hice a su plancha.

Conclusiones

Nunca probé estas alforjas en un viaje, porque antes de que surgiera la ocasión ya las había combinado con las primeras alforjas con forma de saco para construir las segundas alforjas con forma de saco, perfeccionadas, que son las que me llevé a la siguiente pedalada.

El correaje independiente era una solución original, pero por algún motivo me parecía poco fiable para la dureza de un viaje. Quizá era solo una falsa impresión. Por otra parte, aunque el tejido era resistente a los roces y las rasgaduras (debía de ser de una tienda de campaña de buena calidad), me temo que no lo suficiente para soportar todas las agresiones previsibles en los caminos, todas las «caricias» de árboles, arbustos, rocas, muros, asfalto, tierra…

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